Reflexiones de Carnaval: JOSÉ JOAQUÍN / LEÓN

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Reflexiones de Carnaval: JOSÉ JOAQUÍN / LEÓN

ALGUNOS lectores y lectoras, al ver el título, habrán pensado: "Este hombre ha ido a la playa y le ha dado demasiado sol en el coco; o bien habrá sido el levante de estos días, que le ha confundido los pensamientos". Pues, en estas fechas de junio, no parece apropiado escribir sobre el Carnaval, sino más bien sobre el Corpus, que se quiere revitalizar con ambientación y actos más cuidados, al modo que se celebraba en Cádiz. Pero eso lo dejo para el domingo próximo, que es el suyo. Hoy me refiero al Carnaval porque aquí lo es durante casi todo el año. Y porque ahora están en ebullición las ideas (buenas o malas) para el de 2015. Algunos dicen que el Carnaval ha entrado en crisis, por culpa de la crisis. Aunque la crisis más peligrosa que le veo es la de identidad, no la del parné de los contratos. 

Me contaba un comparsista antiguo que la esencia del Carnaval de Cádiz se está perdiendo. Ya lo sé: eso es lo que te dice la mayoría de los comparsistas antiguos. Viven con la nostalgia de los grandes pasodobles de Paco Alba y Enrique Villegas, o tarareando algunos cuplés de Fletilla. Pero, en este caso, nos referíamos al sentido del humor. El Carnaval de Cádiz se está avinagrando. Se nos está quedando muy cortito de sal, mientras que nos pasamos con el vinagre. Y sin gracia salerosa no hay Carnaval. 

Un ejemplo que me puso: la muchacha okupa que se encerró en un wáter del Ayuntamiento para pedir un piso. Eso ahora sería un pasodoble triste, contando las penalidades de la pobre chica, al límite de la desesperación, por culpa de la Teo que no puede regalar pisos según parece. Pero en otros carnavales, y no tan lejanos, hubiera sido un cuplé. Se contaría lo que se encontró la okupa en ese wáter del Ayuntamiento, lo que pudo pasar allí, que se queda a la imaginación. 

Es lógico y muy natural que el Carnaval sea reivindicativo. Pero no hace falta ponerse en plan sieso desde la presentación al final del popurrí. "Hay tíos que salen enfadadísimos a cantar y parecen como estreñidos", me dijo el comparsista, que echó en falta el año pasado a El Sheriff (sin olvidar sus breves cameos con los Patxis). Pues es un chirigotero que tiene gracia incluso sin cantar. Y lo mismo El Lulu, que debe seguir en este arte, y no dedicarse sólo a la hostelería. 

Se nota un peligro: que el Carnaval esté gustando menos fuera de Cádiz por una crisis de la gracia. O por disfrazarla de seriedad, cuando el Carnaval siempre sirvió para reírse hasta de las penas.




Fuente: Diario de Cádiz

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