"El pasodoble es innegociable; tiene que olerme a Cádiz"

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"El pasodoble es innegociable; tiene que olerme a Cádiz"
COMO extrabajador de Tabacalera, Joaquín Quiñones no se separa de su paquete de tabaco. Un vicio que era y es parte su vida. Como el Carnaval, del que ya ha sabido desengancharse. Tras retirarse en 2013 con 'Los peleles del XXI'. se toma la fiesta y la vida con otra filosofía. 

- Hay un pasodoble de 'Clásicos de la música' que es un repaso a toda tu infancia al barrio del Mentidero. ¿Qué recuerda de la calle Bendición de Dios? 

-La vida en los barrios es mucho más familiar que cuando te vas a un piso, en los que apenas tienes contacto con tus vecinos. Está muy reflejado en un pasodoble de 'Dioses del Olimpo' que se llama "Mi casa de vecinos". Está basado en que yo andaba desde El Mentidero hasta el colegio de La Salle-Viña cuatro veces todos los días. Entonces, en la plaza Pinto estaba la casa grande. En ese patio grande estaban siempre las mujeres sentadas al fresquito haciendo punto de croché. Yo basé el pasodoble en una señora que vivía allí y que se iba a un piso. Ella relataba esos ratos que vivía allí. Y al final decía: "En mi barrio yo fui Carmen la de la trenza y ahora soy, simplemente, la del séptimo derecha". Es lo mismo que yo vivía en El Mentidero. Yo vivía en una casa de vecinos en Bendición de Dios. Tenía un patio de macetas precioso. Por la tarde, mi madre y todas las vecinas se sentaban allí. Yo jugaba a la pelota en la misma calle porque por allí pasaban muy pocos coches. Poníamos dos piedras para las porterías. Cuando creció el tráfico, nos fuimos a la Alameda. Recuerdo esa vida familiar. 

-A los 14 años empieza a trabajar. ¿Fue por obligación? 

-Los estudios no se me daban muy bien. A los 14 años ya le dije a mis padres que quería trabajar y, entonces, entré de botones en un mayorista de material eléctrico, Eléctrica Parodi. Iba a por el correo y a por los cafés. A los 16 me hicieron auxiliar administrativo. A los 18 pasé a ser oficial administrativo. 

Cuando volví de la mili vi que estaba la cosa bastante mal. Entonces, me enteré por un familiar mío que salían plazas en Tabacalera. En ese época me vino bien porque había una parte que la reservaban a los hijos de la casa. Mi padre, que falleció cuando yo tenía 17 años, había sido empleado de Tabacalera. Me presenté a los exámenes, que fueron en la antigua Escuela de Ingeniería en la calle Chile. Éramos 300 personas para ocho plazas. Yo vi que podía pasar el examen con facilidad porque a mí una de las cosas que mejor se me daba era la ortografía y pusieron un dictado de dos folios. Saqué el número dos y al mes me llamaron. Entré de operario de almacén. A los seis años, antes de venirnos a la fábrica nueva, salieron plazas de capataz de almacén. Me presenté y aprobé. Allí en Plocia estuve supliendo, pero cuando nos venimos a la nueva, como había más almacenes, pues ya entré de capataz. 

En ese intervalo, desde que yo estoy en la oficina pero todavía no me habían dicho lo de la fábrica, salieron plazas de corrector en Diario de Cádiz. Me entero por mi hermano, ya que cuando estaba estudiando Graduado Social su profesor era Emilio de la Cruz Hermosilla, que era director entonces del Diario. Se lo dijo a mi hermano y me presenté. Yo me quedé con las ganas de entrar porque a mí el periodismo siempre me ha encantado. El Carnaval, además de ser una afición, era una válvula de escape por lo del periodismo cantado. Además, estuve también haciendo mis pinitos un año o dos como aficionado a los toros. Entonces, en Radio Cádiz había un programa semanal de una hora sobre la tauromaquia y estuve colaborando con Manolo Garaboa. Tengo hasta grabaciones en casete. 

-¿El ambiente de la fábrica en Plocia tenía algo que ver con el que había en la Zona Franca? 

-Es el mismo caso que vivir en una casa de vecinos o vivir en un piso. Aquello tenía 5.500 metros cuadrados y éramos 1.300 empleados. Allí, nos veíamos todo el mundo. De hecho, mi mujer trabajaba allí conmigo y allí nos conocimos. Nosotros quedábamos para la máquina del café, yo cogía mi hueco en mi taller y ella en el suyo y nos veíamos. Aquí -por la Zona Franca- nos llevábamos meses sin vernos en la fábrica. 

Lo que sí está claro es que si el traslado no se llega a hacer, hubiera cerrado antes. No se reunían las condiciones. Cuando venían los camiones, tenían que poner a un guardia en la fuente de la plaza de Sevilla para que pudiera entrar de espaldas en la esquina del Lucero, que es donde teníamos la entrada al almacén. 

Después, hemos durado 25 años porque entre todos lo mataron y ella sola se murió. Ha habido dos problemas fundamentales. El primero fue el ataque tan brutal al tabaco. Es una hipocresía porque el Estado ingresa del tabaco que para qué te cuento. Sin embargo, ¿por qué al alcohol no? Será porque yo soy abstemio. El segundo fue que empezaron a abrir fábricas en los países del telón de acero y en Marruecos. Allí los costes bajan y fabrican todas las marcas que valen un euro menos. Si ya de por sí el tabaco es malo, eso está hecho con una granza que sale de él, de la que yo tiraba diariamente dos camiones. Pues eso ahora lo rebujan con agua y tienen unas máquinas de las que salen unas planchas de medio milímetro de tabaco que luego las pican. Eso es lo que se está fumando ahora. Yo sigo fumando mi marca de siempre, Ducados. 

-¿Fue más dolorosa la prejubilación o ver ahora la fábrica vacía? 

-Es mucho más doloroso ver la fábrica cerrada. Aquello, como no le metan mano pronto, se va a deteriorar. ¿Que podía haber durado más tiempo la fábrica? Pues sí. La verdad es que mi trabajo en Tabacalera era muy cómodo. Yo entraba a las siete de la mañana. Tenía a mi cargo ocho hombres y cuatro mujeres. Yo repartía la faena y si tenía el repertorio atrasado les decía: "Oye, ya está repartida la faena. No molestadme que estoy arriba escribiendo". Yo he hecho prácticamente todos los repertorios en Tabacalera. Desde que me prejubilé, me ha costado más trabajo hacerlos en casa. 

Aunque era un trabajo cómodo, yo llevaba 41 años cotizados. Nos llegó la edad y nos ofrecieron una buena prejubilación, que eso también era importante, aunque se perdía algo. Pero cambiaba dinero por calidad de vida. Ahora, me da pena ver todo aquello. Está para montar una fábrica de lo que tú quieras. 

-¿Cómo es su vida desde que se jubiló de la fábrica y del Carnaval? 

-Yo siempre he tenido pequeños negocios por la calle porque mi hermano fue durante 17 años mi productor musical de la comparsa. Entonces, pues yo me sigo distrayendo yendo un rato con él a su oficina en el hueco de la mañana. Por la tarde, siempre me pego mi vueltecita gaditana por el centro. Me voy por mi barrio y me tomo café en Casa Tino, el bar donde yo paraba al lado de la iglesia del Carmen. Me gusta viajar mínimo tres veces al año, pero viajitos de cinco días. Como decía Paco Alba, yo fuera de Cádiz me asfixio como un pescado. Estamos más amarrados por mi nieta. Tiene nueve años y la llevo algunas tardes de la semana a natación. 

-¿Acertó dejando el Carnaval? 

-Me da hasta corte decir, después de 35 años y de lo que me ha dado el Carnaval, que para mí ha sido una liberación porque yo esto me lo tomaba muy a pecho. Era rara la noche que yo no iba al ensayo. Tenía que llevar el repertorio atrasado para llevarme dos noches sin ir. Eso me ha quemado mucho. Yo hago todos los desplazamientos con la agrupación porque eso es lo mejor del mundo. Yo me tiraba todo el Concurso entripado, con dolor de estómago. Escuchaba a una comparsa de Paterna y decía que era mejor que la mía. He tenido mucha presión. Cuando yo veo que no tengo ganas, que no tengo ilusión, reúno a todo el grupo y a Faly y les digo que no les puedo engañar y no les puedo hacer un repertorio de tacón. Llevo dos años y no he tenido ni un día mono. 

El Carnaval me lo ha dado todo. Yo no pensaba cuando empecé en el Carnaval con 19 años con 'Los cenacheros', que la hice con mi hermano, que podía valer. Tuve la suerte de que saqué 'Los guanches' y metí la cabeza en la final. Si no, me hubiera retirado, pero hubiera seguido con mi afición. 

Los grupos eran cada vez mejores y no eran los grupos de chavalillos de cuando empecé jovencito. Y los cuatros músicos míos, con todo el respeto, son los mejores que hay en Cádiz. Aurelio del Real, Pepe Martínez, el Noly y Bustelo. Musicalmente me han puesto una autopista. 

-A pesar del primer premio de 'Dioses del Olimpo', la comparsa que le pone arriba es 'Robots'. 

-Fue el gran aldabonazo. Dice la gente que me adelanté a mis tiempos. Yo le digo a la gente que si tú coges a Robots y le quitas los movimientos, es una comparsa clásica de Cádiz. Fue el primer año que salimos de Andalucía a cantar. Además, fue rompedora total en el número de casetes, que se vendieron 25.000. En una entrevista que le hicieron a Izquierdo, él decía que los tres casetes más vendidos de su época habían sido 'Raza mora', 'Nuestra Andalucía' y 'Robots'. 

-El caso curioso de esos años fue el cambio de grupo con Antonio Martín. ¿Han hablado del tema?

-Según me cuentan, esto fue, digamos, un complot en Los Pabellones. Allí paraban muchos martinistas y le dijeron a Antonio que cómo se iba a dejar ganar por uno que tenía mejor grupo que él. La verdad es que mi grupo era mejor que el suyo. A mí lo que me jode de que 'Robots' fuera el segundo es lo mal que estaba cantada 'Agua clara' con lo bonito que era el pasodoble. A él se lo pinchaban. Después, no hemos hablado el tema. Ahí empieza lo del tema de la fidelidad a los autores. Ahora no hay fidelidad ni a tu autor ni a tu director ni a nada. La gente se va al mejor postor. 

Yo es que a los grupos míos les cojo mucha afectividad. Nosotros nunca hemos echado a nadie. O se han ido o se han retirado. Yo no se lo permitía a Faly. Cuando me decía que iba a meter alguien, le decía a Faly que de voz no me hablara porque yo tengo dos zapatos como oídos. Yo siempre le preguntaba que cómo era como persona. A nosotros nos han hecho verdaderas guarradas. De llevar 15 o 20 días ensayando e irse con otro grupo. 

A mí los grupos nunca me han impuesto que me modernice. Para mí, el pasodoble es innegociable. Tiene que olerme a Cádiz y ser pasodoble de Cádiz. Déjate de siete contraltos. Cuerda de tenores, segundas y tener una sala de máquinas de categoría y que cante. 

-Para que se dé la fidelidad, tiene que haber mucha complicidad con el director. En este caso, con Faly Mosquera. 

-Totalmente. Yo me reuní con Faly en el Bar Gol. Él estaba harto de estar rodando. Él se sentó conmigo y me dijo que él quería una cosa con continuidad. Y nos hemos llevado 23 años. Él no se mete jamás en el repertorio y yo no me meto en su trabajo. Él en los descansos me pregunta: "¿Qué te parece? ¿Cómo suena?" Y yo le digo que "no tengo ni idea". Por eso no he tenido problemas. Al final, cuando está todo acabado digo que está bonito. Faly es un trabajador nato. 


-Siempre le ha perseguido la fama de cantar pasodobles tristes. Incluso, algunos autores se han cebado. ¿Cree que la fama es merecida? 

-La fama es merecida porque, como he dicho antes, esto es periodismo cantado. Yo hablaba de las cosas que ocurrían. Lo que después no es normal es la falta de recursos de algunos autores con la de cosas de las que hay que hablar. También hay pasodobles que algunos tontos no entendieron. Por ejemplo, uno de los que tiene más fama es el del bombero. Tú coges la letra y es una denuncia laboral. Algunos se lo tomaron por la pena. Yo decía ahí que cómo se podía hacer un simulacro sin poner una red. ¡Qué pocos cayeron en eso! 

El que hice en 'Dando leña' del globo aerostático que se perdió y se murieron el padre y el chiquillo pasó desapercibido para otros. A mí eso me impactó porque resulta que eso fue un domingo por la tarde, que salieron de los acantilados de Conil. Resulta que el día antes ese globo, ese niño y ese padre los había visto yo en un concierto en San Fernando de Víctor y Ana, Miguel Ríos y Serrat. Allí, antes de empezar el espectáculo, le metián fuego al globo y se hinchaba. A las 24 horas pasó eso y me impactó. 

A mí ese sambenito no me ha pesado. Del pasodoble a la muerte de Paquirri se hicieron 36. Si se canta el mío será porque es el mejor. ¿Y los demás no son lacrimógenos? 

-¿Cómo ve el futuro del Concurso con el actual Gobierno local? 

-Yo del Gobierno local no voy a decir ni una palabra hasta que no cumpla sus 100 días, como se ha hecho con todos. Pero hay cosas que no pueden esperar 100 días porque te coge el toro. Yo, entonces, nada más que hablaría del concejal de Participación Ciudadana. Creo que no es normal que todavía no haya reunido al Patronato. Ignora que un Concurso tiene que hacerse desde cinco o seis meses antes porque hay que pedir ofertas y hacer pliegos de condiciones. Eso no se puede hacer ahora en septiembre con un Carnaval tan tempranero, teniendo que empezar el 10 de enero. Es lo único que critico. No sé si nos llamarán en septiembre. Ya vamos tarde. 

Lo que pasa es que yo no sé si cuando pase un tiempo la gente, en general, reconocerá lo que ha hecho el Patronato en los últimos 10 o 12 años. El tiempo dará o quitará razones. Por lo visto, somos los cuatro más malos del mundo y todo lo hacemos mal.


diariodecadiz

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