Cuando Antonio Martínez Ares eligió el nombre de su comparsa, no lo hizo pensando en lo que se iba a convertir la preselección del Concurso del Gran Teatro Falla. A pesar de que para muchos esta fase es la más bonita al ser el momento en el que los repertorios tienen un mayor impacto, la clasificatoria de la presente edición se ha eternizado. Con el inicio de los cuartos todo será mucho más rápido, ya que los principales grupos comienzan esta noche una lucha fratricida para conseguir un puesto en la Gran Final. Aun así, 21 días sirven para pulsar el estado de salud del COAC, más si cabe en un momento en el que se quiere cambiar el certamen de arriba a abajo.
Muchas funciones para el primer corte
La principal novedad del presente Concurso ha sido la implantación de un nuevo modelo de la fase preliminar. El objetivo era hacerla más atractiva para el público al empezar y acabar las sesiones antes, eliminar el descanso y colocar a la cabeza de serie en el cierre de la noche. Con esto se evitaba que las agrupaciones cantaran a horas intempestivas. A cambio, se añadía una semana más al certamen.
Tras tres semanas, la principal conclusión que se saca de las clasificatorias es que este tramo del certamen de coplas ha sido larguísimo. 21 funciones para hacer la criba más fuerte son demasiadas, sobre todo en un concurso en el que la calidad se mide por la comparación de las repertorios. Con tantos días, la referencia de lo cantado por las agrupaciones que actuaron en las primeras funciones se pierde, lo que puede ser un problema para el jurado a la hora de establecer un listón de calidad y seguir valorando a los grupos según vaya avanzando el Concurso.
Uno de los problemas de este modelo se vio en las dos primeras sesiones, con cinco y cuatro agrupaciones, respectivamente. Con seis agrupaciones por función de domingo a jueves, se corría el riesgo de que si algún grupo se retiraba el número de actuaciones fuera ridículo. Y esto sucedió el lunes 23 de enero tras darse de baja dos conjuntos. Una función exigua para la que se pagó por una entrada el mismo precio que hace un año, pero con la mitad de grupos.
Asimismo, uno de los argumentos para el cambio de la distribución de las sesiones era mantener la atención del público durante todas las actuaciones. Sin embargo, en determinados momentos de las sesiones se ha podido comprobar que parte del respetable se ha marchado al ambigú, por lo que el ruido se escuchaba en la sala. Al final, el público ha buscado el momento para hacer su descanso particular en el momento que le convenía para cenar.
Por ello, este sistema debe ser motivo de una nueva reflexión, ya que la inclusión de dos agrupaciones por noche habría permitido reducir esta fase entre cinco y seis días, siendo la duración de las clasificatorias la habitual en años anteriores. No es necesario regresar a las sesiones maratonianas con 12 agrupaciones, pero una hora más por función no hace tanto daño. Además, con la actual difusión que tiene el Concurso, el aficionado tiene a mano poder escuchar cualquier actuación que no pudo ver en directo en cualquier momento.
En lo positivo, el adelanto de las funciones a las 20.30 horas ha sido un acierto. De hecho, al inicio de las funciones sí ha estado gran parte del público sentado en sus butacas. Asimismo, excepto en momentos contados, se ha notado cierta agilidad en los tiempos entre actuaciones, con un trabajo en la tramoya que se ha resuelto con agilidad.
Cabezas de serie: ¿concurso o festival?
Una de las cuestiones más espinosas del Concurso del Gran Teatro Falla es si todas las agrupaciones cuentan con las mismas opciones. Para fomentar el reparto de la calidad entre las funciones, en 2003 se ideó el sistema de cabezas de serie. Sin embargo, según el año, este modelo se ha pervertido favoreciendo a los grupos que adquirían esta condición al poder cantar en el mejor momento de la noche.
Con el anterior sistema, se reservaba el puesto antes del descanso a estas actuaciones, pero en esta edición los cabezas de serie han actuado al final de las sesiones. Con la reducción de las funciones, estos grupos han entrado en escena en torno a las 23.30 horas, por lo que el horario no ha variado mucho en comparación a cuando lo hacían otros años.
Ante esto cabe cuestionarse si nos enfrentamos a un concurso igualitario o a un espectáculo. Si nos centramos en lo que debe ser un verdadero certamen, queda claro que las agrupaciones de nivel mantienen sus privilegios frente a una clase media que intenta abrirse un hueco y que, en muchas ocasiones, sólo sirve como telonera. Si nos olvidamos de la competición y lo centramos todo en el espectáculo, la colocación de los mejores grupos en el último lugar responde a la lógica del desarrollo de un concierto o un festival, pero no de un concurso. Por ello, si se respetase lo que es una lucha entre iguales, se debería volver al sorteo puro de la primera fase. Un asunto que, por el reparto de las cuotas de poder dentro de los colectivos y del Patronato del COAC, será muy complicado de plantear, pero que debería estar sobre la mesa.
El público, una vara de medir complicada
La capacidad de exigencia que tenía hace años el público del Falla se ha perdido para los restos. Ya era una tendencia marcada durante los últimos años, propiciada por la globalización del Carnaval y el fácil acceso a las entradas.
El cambio del modelo de la fase preliminar, unido a la reserva de entradas para las agrupaciones por segundo año consecutivo, ha provocado situaciones desconcertantes, sobre todo en la modalidad de chirigotas. Grupos con una calidad ínfima han conseguido el beneplácito del público al ponerse en pie buena parte del patio de butacas. La llegada de autobuses con aficionados de una agrupación concreta se nota en muchas ocasiones, pero siempre existe el riesgo de que el jurado no sepa abstraerse del bullicio del respetable, como se puede ver en la decisión de pasar a cuartos a ciertos grupos. Esta situación se normalizará en la segunda fase, cuando se notará que ésta le viene grande a determinadas propuestas.
Decisiones tomadas a destiempo
Como siempre, todo fallo del jurado del Falla es discutible al reducirse la decisión al gusto de cinco personas. Sin embargo, hay ciertos asuntos que sí chirrían un poco. El principal de ellos es que la Junta del COAC decida el número de grupos que como máximo pueden pasar por cada modalidad. Esta medida coarta la libertad del jurado para decidir si en una modalidad hay más calidad que en otra. Además, no es de recibo que el acuerdo se conociera cuando ya estaba bien avanzada la fase preliminar, algo que también ha sucedido con la puntuación mínima -esto sí lo decide el jurado-, una cuestión que se debería saber antes del inicio de la competición.
No hay comentarios