Cádiz es una ciudad en la que cuesta entrar mucho más ahora, con dos puentes, que cuando tenía sólo uno, hace apenas dos años. Aunque parezca un sinsentido, el viaducto de la Constitución de 1812 en vez de tapar carencias las ha mostrado. La más importante es la de la carretera industrial o avenida de Astilleros cuya reforma empieza mal y nunca. Apenas arrancan los primeros esbozos de la profunda redimensión que necesita. Y al decir que se ha abandonado esa vía, se dice que se ha abandonado la conexión del nuevo puente con el casco antiguo. Su reforma está pendiente desde hace demasiado tiempo y cuando llegan fechas como el Carnaval se hace evidente. Ni el gobierno municipal anterior, con casi diez años de margen, ni el nuevo, con casi tres ya, ni la Junta de Andalucía con el retraso en la estación de autobuses por fin inaugurada o con la absurda defensa del Palacio de la Aduana ni la administración central con la reforma de la plaza de Sevilla han sabido hacer su parte. La conclusión es que pasan los años y cada vez que Cádiz puede acoger a una multitud se convierte en un tapón, le salen embudos por toda partes.
La configuración geográfica es complicada, cierto, pero también es innegable que la ciudad no ha hecho los deberes a la hora de crear entradas y salidas fluidas al nuevo puente. El resultado es que todos los autobuses privados (unos 600) tendrán que quedarse fuera de la ciudad, en La Cabezuela, el primer domingo de Carnaval para que sus ocupantes sean trasladados a Cádiz en lanzaderas, previo pago añadido. Muchos pueden echarse atrás. Son las consecuencias, sólo algunas, de tanta tarea pendiente en los accesos terrestres a Cádiz.
http://www.lavozdigital.es/opinion/lvdi-tanta-tarea-pendiente-201801250805_noticia.html
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