Para los grandes
carnavaleros
el de febrero
es más que un mes,
es un invierno
que dura un siglo,
dura una vida
sin fallecer.
Los niños duermen al compás
de los hombres cantando
por sus escondites
pasodobles nuevos,
tangos imposibles,
himnos callejeros
para la ciudad
que los hace libres
que los hace fuertes
que los hombres cantando
se olvidan de Dios
y de miedo a la muerte
y cuando el día mayor se disfrazan
de cualquier calle
hacen su casa.
El mundo es del tamaño de un bombo,
versos que no necesitan papel
porque van de padre a hijo más allá del tiempo.
Es un teatro que tiene garganta,
una guitarra clavada en la piel
es un museo de música sin monumentos.
Un vino que se derrama
como si fuera la sangre,
es el oficio del alma
del gaditano importante.
Da de comer a las musas
que sirven de excusas
a la tentación
de pasar la vida entera
empeñando el corazón
de tan humana manera.
Y uno que viene de fuera
como yo vengo y he visto
cuando lo vivo
no me resisto
y lo convierto en necesidad.
Y como cantor hermano
como cubano y amigo,
como testigo digo y proclamo
que es un patrimonio
de la humanidad
que es un patrimonio de la humanidad
y viva el carnaval de los gaditanos.
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