Chano González, el bombo eterno del Carnaval de Cádiz: una vida de coplas, pasión y calle Santa María

Chano González, el bombo eterno del Carnaval de Cádiz: una vida de coplas, pasión y calle Santa María

Sebastián González Pizano, conocido en el mundo del Carnaval como Chano el Bombista, es uno de esos gaditanos que representan la esencia pura de la fiesta. No fue autor ni director, pero su huella en las tablas del Gran Teatro Falla es tan profunda como el sonido del bombo que durante décadas marcó el compás de algunas de las agrupaciones más recordadas del siglo XX. Su historia es la de un hombre del barrio de Santa María que vivió el Carnaval desde el alma, con la humildad de quien sabe que el protagonismo no siempre se mide con focos, sino con pasión y entrega.

Desde joven, Chano cantaba los fines de semana en el almacén de Manolo, en la calle Teniente Andújar. Allí se reunía con amigos inseparables como Paco el Corneta padre e hijo, Galleguito o Pepe el Caja. De aquellos encuentros surgieron voces, dúos y compases que aún hoy se recuerdan. “Siempre me gustó el dúo, el empaste. Corneta padre era un segunda de categoría”, rememora con cariño.

Su primera gran oportunidad llegó en 1968, cuando Juan Muñoz El Cucaracha lo llevó a la chirigota Los hippies. Un año después participó en Los matasiete, con música de Antonio Martín, logrando un accésit. En 1970 formó parte de El ballet de Enrique el Molondro, y en 1972 alcanzó su primer gran éxito con Los ribereños gaditanos, agrupación con la que consiguió un tercer premio y grabó un disco.

A lo largo de los años 70, Chano fue parte de una generación dorada del Carnaval, compartiendo experiencias con grandes nombres como Gustavo Rosales ‘Agüillo’, Serafín García, Antonio Aguilar y el propio Antonio Martín. En 1974 coincidió con Ramón Díaz ‘Fletilla’ en Lo que el tiempo se llevó, una chirigota que reivindicaba el espíritu original de las calles y obtuvo el segundo premio. “Fletilla tenía arte hasta prohibiendo aceitunas en los ensayos”, recuerda entre risas.

Su trayectoria siguió creciendo con comparsas históricas como Ecos del Paraguay (1975), España y olé (1976) o Los de la madre pelusa (1978), con la que alcanzó el primer premio. Un año después repetiría triunfo con Los mulilleros de Cai, donde su bombo marcaba el ritmo de un grupo que ya era leyenda.

En 1980, de la mano de Antonio Busto, formó parte de Los cholos del altiplano, segundo premio aquel año. Luego regresó con Martín en Charlatanes de feria (1981) y Voces negras (1982), hasta llegar a Agua clara (1983), comparsa que aún hoy muchos consideran una joya del repertorio gaditano. “Esa comparsa tenía libertad, se cantaba con sentimiento, sin mecanizar la voz”, afirma Chano con emoción.

Su relación con Antonio Martín se mantuvo hasta mediados de los 80, pasando por Andaluces por el mundo y Hombres azules, esta última con música de Pepito Martínez. También trabajó con Enrique Villegas, José Luis Arniz, Tino Quiñones y Faly Mosquera, siempre dejando su sello inconfundible.

En los años 90 volvió a los escenarios con Anónimo gaditano (1991) y Suspiros de Cai (1992), ambas de Quiñones y Martínez, logrando un nuevo primer premio. En Pulchinelas (1993) se quedó a las puertas de la final, pero el público ya lo reconocía como uno de los segundas más queridos del Carnaval.

Su última etapa estuvo marcada por chirigotas de barrio y agrupaciones de veteranos como Los enamoraos de la sopa tomate (1996), La mano que mece la cuna (2003) o Los derrotaos (2006). En 2009, El niño de las monjas fue su despedida oficial, aunque nunca dejó de vincularse al mundo de las coplas.

Chano, nacido el 13 de octubre de 1951 en la calle Santo Domingo, ha sido mucho más que un carnavalero. Panadero, operario, limpiador y trabajador incansable, construyó su vida entre el esfuerzo diario y su amor por Cádiz. Casado con Ana Rosado Oliva y padre de tres hijos —Isabel, Chano y Manuel Alejandro—, presume también de cinco nietos que heredarán su pasión por las coplas.

“Siempre tuve claro que las agrupaciones deben oler a Cádiz. Hoy se tira demasiado de la fantasía, y eso no debe hacernos olvidar nuestras raíces”, sentencia con sabiduría.

Y es que hablar de Chano el Bombista es hablar de autenticidad, de un Carnaval que se forjaba en las esquinas, de compases a compás de bombo y de un corazón que, aún jubilado, sigue latiendo al ritmo de 3×4.

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