Luis María Rodríguez: el genio rebelde del Carnaval que cambió las reglas del juego
A sus 62 años, el autor de chirigotas míticas como ‘Los combois de a pejeta’ o ‘Los juancojones’ repasa una vida de creatividad, locura y experimentación en las tablas del Falla. “Siempre me ha gustado hacer cosas raras y arriesgar”, confiesa este gaditano irrepetible.
Luis María Rodríguez es, sin discusión, uno de los autores más atrevidos y singulares del Carnaval de Cádiz. El creador de algunas de las chirigotas más recordadas y disparatadas del certamen del Falla, a sus 62 años sigue defendiendo la libertad creativa como bandera. “A mí siempre me ha gustado hacer cosas raras y arriesgar en el Carnaval. No me ha importado no tener muchos premios. He sacado lo que he querido, sin miedo”, asegura con esa mezcla de serenidad y desparpajo que solo da la experiencia.
Su historia con la fiesta gaditana, curiosamente, comenzó casi por accidente. Aunque su verdadera pasión siempre fue la guitarra flamenca —“aprendí de José Herrera y de Pepe Ruso; incluso toqué con el Beni de Cádiz y Chano Lobato”—, acabó recalando en el coro de Rafael Llompart en 1984, el recordado ‘Tela marinera’. “Me echaron el ojo en una peña porque cogí una guitarra y empecé a tocar. De ahí me fui al coro, y lo bueno es que la Caja de Ahorros lo pagaba todo, no había que vender números”, ríe al recordarlo.
Del coro pasó pronto a la chirigota, atraído por la diversión y el desparpajo. Con ‘Los descompuestos’ en 1986 empezó una aventura que se consolidó un año después con ‘Los que van a la final’, donde ya destacaban figuras como Pepín y Bermúdez. Pero fue en 1988 cuando su nombre se grabó para siempre en la historia del Carnaval: ‘Los combois de a pejeta’. Aquel grupo de vaqueros e indios de plástico que parecían salidos de un sobre infantil revolucionó el concurso. “Se me ocurrió porque encontré un muñeco tirado en la calle. Lo llevé a la peña y dije: este es el tipo, con peana incluida. Y así nació la idea”, cuenta entre risas.
El proyecto no estuvo exento de tensiones internas. “Hubo discusiones por el disfraz y por el repertorio, pero al final tiramos pa’lante. Recuerdo probarme el tipo en mi habitación y mi madre llevándose las manos a la cabeza”. La noche del debut, el 31 de enero de 1988, fue mágica: el público del Teatro Andalucía se rindió desde que se abrieron las cortinas. “Sabíamos que llevábamos algo distinto, y cuando hicimos el ensayo general con el coro de Los Niños, Nandi Migueles me dijo: esto es un bastinazo. Y acertó”, recuerda. El resultado fue un primer premio indiscutible y una fama que los llevó por toda Andalucía. “Nos recibían como a los Beatles”, sonríe.
El reto de mantener el nivel llegó con ‘Chirigota chentimiento de mi tierra comparsa de Cai’, una parodia brillante sobre las comparsas cursis. “Era una locura más pensada, pero nos quedamos fuera. Así es el Carnaval”. Luego llegaron ‘Aquellos duros antiguos’, ‘Los jarabes de la tos’, ‘Los dios mío de mi arma’ o ‘Los hueveros’, obras llenas de humor y riesgo. “Nunca me ha gustado lo fácil. Prefiero una idea rara a una fórmula segura”, confiesa.
Una década después de su primer gran triunfo volvió a tocar el cielo junto a El Love y El Cabra con ‘Los Juancojones’, en 1998. “Me llamaron para hacer la música y al final acabé metido en todo. Les llevé un pasodoble que tenía hecho para una comparsa, solo lo ralentizé. Cuando lo toqué, Chico Cornejo vino y me dijo que no cantaba el suyo, que el mío lo había bordado. Fue un detallazo”.
Su creatividad siguió desbordada en los años siguientes con la cuatrilogía ‘Esto está…’: ‘atascao’, ‘embobao’, ‘manipulao’ y ‘amargao’. Especialmente la segunda, ‘Esto está embobao’, marcó época por su arriesgado tipo, con los componentes inclinados hacia delante gracias a un cable de acero. “Gustó muchísimo, pero no pasamos a la final. Aun así, la gente nos votaba hasta en la final de Canal Sur. Modesto Barragán tuvo que decir que dejaran de votar a los embobaos porque no estábamos clasificados”.
Luis María continuó reinventándose con ‘La chulería de Luis Marí…a’, ‘Luisinho y sus carnavalinhos’, ‘Antoñín de Cai’ o ‘La borriquita’. En 2008 volvió a romper moldes con ‘Aligera que se va el vapor’, una chirigota que cantó del tirón, sin pausas entre piezas. “Decían que nos podían descalificar, pero yo me había leído el reglamento y no decía nada de que hubiera que parar entre coplas”, recuerda con orgullo. Tampoco olvidará ‘A esto no se le ve color’, la chirigota en blanco y negro con la que volvió a dejar a todos boquiabiertos.
En los últimos años encontró estabilidad como autor de la chirigota de Los Palacios, con la que volvió a saborear las semifinales con ‘Yo soy tu padre’ en 2020. “Han sido cinco años preciosos. Es un grupo muy currante, me han tratado genial”, afirma. Para el COAC 2026 ha decidido tomarse un respiro, aunque no se alejará del todo: “Saldré con una chirigota ilegal, ‘Vamos a pegarnos unos tiritos’, con mis amigos de Los Palacios. Y he hecho un pasodoble precioso”, adelanta.
Fuera del concurso, este gaditano incansable prepara un libro de cuentos humorísticos titulado provisionalmente ‘Todo me tiene que pasar a mí’. Un título que resume a la perfección su vida artística y su filosofía de Carnaval: arriesgar, innovar y disfrutar. Porque, como él mismo dice, “a mis 62 años no voy a cambiar”.

